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Copyright Derechos Reservados. Naara Lizbeth González Oloarte.

Marzo 7, 2008. 
Tampico, Tamaulipas. México
 

¿PUEDE LA PALABRA DE DIOS SER 

ESTORBADA PARA DAR FRUTO EN 

NUESTRA VIDA?

La enseñanza sencilla de la sana doctrina es la más poderosa. Es la enseñanza que Cristo mismo dejó, que Cristo habló con su boca, expresándola con autoridad. Por esto, la parábola del Sembrador, explicada por sus labios a sus discípulos, quienes eran las personas a las cuales él trataba de transmitir al máximo sus conocimientos, sus ideas y carácter, es una de las más bellas y que traen luz a nuestras vidas.
Cristo, en Mateo 13:18-23, nos da tres fuentes principales por las que la palabra de Dios (la poderosa palabra de Dios) puede ser estorbada para dar su fruto. Creo que como cristianos, necesitamos empaparnos de este conocimiento, memorizarlo, grabarlo en nuestro corazón, ya que estos estorbos llegan tarde o temprano y buscan que nuestra vida se quede estancada, ya que producen incredulidad, y dejan el ánimo en un alto grado de desilusión.
1.        La falta de entendimiento.
Llegamos a la congregación o escuchamos un CD o leemos un libro con una enseñanza, pero cuando tratamos de explicar lo que se nos enseñó, nos damos cuenta que no entendimos una sola palabra.
No llegamos a realizar un análisis de lo que escuchamos a la luz de La Escritura. Simplemente escuchamos. Simplemente oímos. Simplemente dimos oído, sin entender lo que se nos enseñó.
Es tan importante, que como hijos de Dios procuremos entender, procuremos comprender Su Palabra. Nuestra oración y nuestro objetivo debe ser primeramente LOGRAR LA COMPRENSIÓN DE LA PALABRA ESCRITA.
Llegar al nivel de entendimiento en el que podamos aplicarlo en nuestra vida, en que lo relacionemos con hechos reales. Cuando podemos tomar una palabra de Dios y el Espíritu de Dios trae a nuestro entendimiento el pecado que Dios quiere revelarnos, podremos decir que logramos el objetivo. Llegar al punto en que relacionamos Su Palabra, con nuestros hechos y se da el entendimiento. Y decimos: “¡Ah!, ya entendí lo que quieres Señor”.
La falta de entendimiento es el primer estorbo que Cristo plantea en esta parábola, diciendo que cuando una persona “se expone” a La Palabra y no entiende, viene el malo y arrebata lo que fue sembrado en su corazón.
Necesitamos estar conscientes de la importancia que tiene que entendamos su Palabra en nuestro corazón y también en nuestra mente (si es posible), ya que muchas veces no lo comprenderemos mentalmente, pero debemos hacer todo lo posible por lograr una comprensión total.
“Jesús ábrenos el entendimiento para comprender Las Escrituras”
2.        Las aflicciones y/o persecuciones que vienen por causa de la palabra.
Cuántas veces Dios ha hablado a nuestro corazón dándonos una palabra rhema.  Dándonos una promesa. Dándonos esa palabra que levanta nuestro ánimo y nos dice: “Yo estoy contigo, no te dejaré, no te desampararé, yo te sustento con la diestra de mi justicia”. Entonces, la palabra (nuestra palabra) viene a nuestro corazón y nos afirma en la fe.
Sin embargo, pisando el terreno de la fe, hay tantos obstáculos que procuran su destrucción. Llega alguien y nos dice: “¿A poco pensaste que sí iba a suceder?” o “No sueñes, la realidad es esta”. Incluso puede haber gente que nos diga: “Mejor haz esto, por si las dudas”. Y nuestra palabra es puesta en cuestión.  Entonces, comienza la verdadera batalla. Es como si un cuervo se atravesara y aún sin temor del espantapájaros arremetiera a la tierra de nuestro corazón con la vista fija en nuestra semilla. En esa semilla que necesita más tiempo para crecer.
La palabra para ser retenida necesita tiempo y será sometida a prueba. Pero al pasar todo esto, saldrá victoriosa si permanecemos. 
Cristo dijo, que esta palabra no tenía “raíz en sí”. Esto significa que no se arraigó porque le faltó fundamento. Y yo te digo que si tú no buscas en la Biblia la palabra del fundamento, tu palabra será de corta duración –como Cristo dijo. Cristo está alentándonos a “Escudriñar las Escrituras” a “buscar el fundamento” de tu palabra. El fundamento de tu promesa.
La palabra que Dios nos da tiene un eco en La Escritura. Necesitamos encontrarlo. Estudiar. Meditar. La Palabra se riega con La Palabra. La fe, viene por el oír y él oír por la Palabra de Dios. Si no estudiamos, si no leemos, si no escudriñamos, la palabra será de corta duración.
“Señor, dame disciplina para estudiar tu palabra y así conservar en mi corazón tus promesas para que tú des el crecimiento”
3.        El afán de este siglo y el engaño de las riquezas.
El afán de este siglo y el engaño de las riquezas son dos factores que unidos logran su fin. Lo más importante para nosotros como Hijos de Dios es reconocer que nuestra ciudadanía está en los cielos, que ningún trabajo que realicemos en la tierra en sí mismo nos lo llevaremos al cielo. El afán de este siglo unido al engaño de que sin dinero no somos nada, ni nadie, tienen poder para ahogar Su Palabra. No se trata tampoco de odiar el dinero, de buscar vidas en extrema pobreza y hacer pasar dolores y sufrimientos a nuestra familia. Debemos recordar que Dios nos dice que trabajemos para obtener el pan diario. Y en caso de los que predican la palabra de Dios, dice que “el obrero es digno de su salario” y cuando Cristo le llama “obrero” se refiere a “uno que trabaja”. Sin embargo, tomando en cuenta el fundamento de nuestra fe, que es Cristo mismo, nadie puede venir a Cristo y mientras se aferra a su propia vida puede aferrarse al Reino. El Señor dijo, El que halla su vida, la perderá; y el que pierde su vida por causa de mí, la hallará (Mateo 10:37) y Raíz de todos los males es el amor al dinero, el cuál codiciando algunos, se extraviaron de la fe, y fueron traspasados de muchos dolores (1ª Timoteo 6:10). No subestimemos el poder del dinero. Porque amarlo cuesta muy caro. Y por ejemplos no paramos. Basta con buscar páginas en internet sobre ministros que cayeron por el amor al dinero. Cristo mismo dijo que las riquezas traen engaño.
“Señor, abre mis ojos, que no haya caído en el engaño por el deseo de obtener riquezas, que mi corazón te ame a ti, más que a las riquezas y más que a mi trabajo. Que seas la razón de mi vida, la razón de mi existir”.

Por Naara Lizbeth González Oloarte.

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